martes, marzo 08, 2005

Kertész, Imre. Sin destino.

Kertész, Imre. Sin destino. Trad. Judith Xantus. Barcelona : Acantilado, 2002.

Regalo de Isa, Pilar y Elisa para mi cumpleaños 2004, aunque entregado en junio del mismo año. En un principio, este libro me pareció un exceso, a pesar de lo precioso de la edición y de la la preocupación de mis amigas por mantenerme al día con los premios Nobel (parece que estoy dedicada a eso últimamente!) principalmente porque la mezcla de autor húngaro, tema del Holocausto y título desesperanzador me pareció demasiado poco alegre para una poco alegre época del año 2004.

Ahora lo retomé, al menos para tener una opinión. Y ciertamente, a pesar de todo lo anterior, es un libro interesante de leer. La mirada de adolescente del narrador, su perspectiva ajustada a una realidad casi "objetiva" y el optimismo que transmite a pesar de los trágicos acontecimientos que describe permiten armarse un panorama de la vida en los campos de concentración un poco más distante de los clásicos documentales y relatos sobre el tema. Me he acordado mucho de la M. José Navia y su tesis sobre la infancia en Peri- Rossi: hay una mirada ingenua y libre de juicios hechos en la mirada de este joven que desestabiliaza y hace aun más patentes los crímenes y el orden propios de los campos de concentración. Es impresionante, por ejemplo, percibir cómo el protagonista se inclina más por la admiración hacia los soldados alemanes y el pueblo alemán en general que ante sus propios compañeros judíos. Al parecer, desde su prisma, el tema del judaísmo era menos fuerte que su identificación con la patria húngara, por ejemplo.

Otro tema con el que he gozado es entender las alusiones a los distintos campos y a la geografía alemana, junto con todas las expresiones en alemán o jiddish, que igual logro comprender sin traducción. Eso es grato. Me parece como si al leer se me fuesen armando la películas mentales de los campos de concentración, como si yo hubiese estado ahí. Y eso, relacionándolo con el libro de Michel Petit es justamente lo que logra la lectura. Es entonces cuando agradezco las dos y más horas de micro diarias. ¿Quién dispone de dos horas al día dedicadas a la lectura de cualquier cosa? A pesar de la lejanía, es una gran ventaja.

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