martes, enero 31, 2006

Kertész II

Kertész, Imre.
Kaddish por el hijo no nacido.
Trad. Adan Kovacsics.
Barcelona : Acantilado, 2001.

Inicialmente, pensaba partir al Laguito sin lectura, confiando en aprovechar alguna novedad en la surtida casa Larroulet. Al final incluí en la mochila, por si las moscas, una antología llamada Cuentos Orientales de Margarite Yourcenar. Pero no la leí.

Al llegar allá, la Pilar me recomendó este libro, en la línea del que ella misma me había regalado, junto a la Isa y la Elisa, un año atrás. Me impresionó profundamente. Lo había visto varias veces en las librerías y me había llamado la atención el título. Es de esas lecturas que ponen en palabras pensamientos y situaciones ya percibidos.

Se trata de un autoanálisis en el que el autor explica cómo tras los horrores sufridos durante su infancia -a causa del divorcio de sus padres y luego, de la deportación a Auschwitz y Buchenwald- considerar traer un niño al mundo y trascender a través de la descendencia le parece carente de todo sentido. El autor reflexiona sobre la ausencia de un hijo como la negación del futuro de su ser. En torno a un diálogo con el hijo, expone cómo su pensamiento en torno a la idea se transforma desde "mi existencia vista como al posibilidad de tu ser" a "tu no-existencia como liquidación radical y necesaria de mi existencia".

Me llamaron la atención los siguientes aspectos:

1. La actualidad del tema. Es un libro que en el ejemplo de una persona muestra una tendencia de la época.
2. El encuentro con la mujer como posibilidad de "salvación" y la conversación inicial que tiene con ella. La descripción -tan acertada!- del ingreso de toda mujer a su vida:

"...una mujer de sonrisa tímida y movimientos sutiles pide entrar en voz baja y con humildad, cual si llevase la máscara arcaica de una doncella descalza y de pelo suelto, no sé cómo decirlo para no decir una banalidad que, no obstante, diré, toda vez que el truco barato surte efecto y se impone con gran éxito desde tiempos inmemoriales: así pues, ella pide entrar en mi ultimum moriens, o sea, en mi corazón, y una vez dentro mira alrededor con una sonrisa amable y curiosa, lo toca todo con dedos delicados, quita el polvo de esto y aquello, ventila los rincones donde se acumula el aire viciado, tira una cosa y la otra, pone en su lugar las suyas y se instala tranquilamente, de manera pulcra e irresistible, hasta que al final me doy cuenta de que me ha apartado del todo, como a un desterrado en torno a mi corazón, al cual veo brillar a lo lejos con sus puertas cerradas así como el hombre sin techo ve el cálido hogar de los otros; y muchas veces sólo he conseguido volver trayendo de la mano y alojando a otra mujer" (Kertész, 62-3).

3. La descripción del acto de amor del "señor maestro" en el campo de concentración como una acción puramente racional de ejercicio de la libertad (
Kertész, 54-61).
4. La sencillez y sensatez que se percibe en las palabras y actitudes de su mujer. La forma absolutamente femenina en que esta se conduce y la imposibilidad que experimenta al intentar "salvar" a quien se niega a salir de un estado de tristeza del que en definitiva disfruta.
5. La forma de narrar los acontecimientos y pensamientos que lo persiguen, repitiendo una y otra vez los mismos términos, copiando-pegando las mismas frases, de modo que la voluntad de explicarse se hace mucho más explícita, como sucede por lo general en las obras de filosofía o en los textos puramente teóricos.

martes, enero 24, 2006

E. Costello con aires de monja

Coetzee, J. M
Elizabeth Costello
Anagrama


Como nunca escribí sobre
Elizabeth Costello en el post que lo anunciaba ( en julio) ahora, encontré mis anotaciones sobre el libro en mi diario de vida y no quiero que queden sin anotar. Van.
"Me leí Lo bello y lo triste de Kawabata y quedé con una sensación confusa y triste. Era efectivamente un libro bello, pero terminaba en un sufrimiento y una crueldad tan útiles! Además, me leí unos relatos de la Susan Sontag de Yo, etc. que me dejaron llena de incertidumbre y de asco. Mucha literatura sobre literatura, mucho sexo alienado (en forma de crítica, claro, pero una crítica irónica que termina por validar lo que critica), mucha muerte.

Y ahora estoy con
Elizabeth Costello, de J. M. Coetzee. Me ha gustado, pero también es un libro metaliterario. Parece ser la constante en lo que se escribe en el último tiempo. Es extraño que los escritores solo sepan escribir sobre escritores. Debe ser porque antes escribir era un hobby y la gente hacía otras cosas. Hoy es una profesión.
Bueno, cuando ya me estaba cansando de las conferencias de Costello, aparece en escena su hermana monja. Que en cierta forma es un golpe de aire fresco: un personaje que trabaja por otros y cree en algo con certeza. La discusión entre la dos hermanas habla de una vida vista desde el sacrificio o desde el placer, desde la divinidad o desde el propio hombre, vivida para la eternidad o para el presente.
Me llamó la atención el tratamiento del tema en una novela de este tipo. Es algo en que he pensado mucho últimamente. /. . . / Todo lo que he leído ultimamente me remonta a la charla a que asistí sobre el objetivismo en Berkeley. La tesis del conferencista era que todos los movimientos a que adscribía la intelectualidad de izquierda gringa, minaban las basas mismas de la sociedad norteamericana: multiculturalismo, feminismo, reltivismo y todos los ismos que superabundaban en Berkeley. Salí de la charla encontrándola un poco fuera de contexto, tanto por el lugar como por la época. Sentía que hablaba de una vuelta al pasado, como critica la misma E. Costello a su hermana. Pero sientoque no se trata de eso. Finalmente, se necesita que alguien crea en algo. "Habrá que creer", o no?