sábado, noviembre 05, 2005

Cabeza de Vaca

Alvar Núñez Cabeza de Vaca
Naufragios
Barcelona: Orbis + Origen, 1983.

Conocí a Cabeza de Vaca como primera lectura del curso Transculturaciones -del profesor Julio Ramos- durante el intercambio en UC Berkeley. Era interesante cómo el profesor planteaba el inicio de su curso desde este libro, porque en él, el colono vive un proceso inverso al del común de los españoles que venían a América: tras el naufragio de su barco y la muerte de la mayoría de sus compañeros, desde el total desamparo tiene que incorporarse al mundo y al sistema de vida indígenas para sobrevivir.

Y lo releí durante las vacaciones de septiembre.

Entre las cosas que me llamaron la atención las dos veces que lo leí:

1. La diversidad de pueblos, organizaciones y costumbres que iba encontrando a su paso.
2. La fuerza de los colonos españoles para abrirse camino en una tierra absolutamente desconocida.
3. La dificultad de la vida de los indios, el hambre, el frío y la relación de lucha y dependencia directa con la naturaleza.
4. El humor negro e irónico con que está escrito el libro, especialmente por cuanto el autor se ríe de sí mismo y de sus desventuras, a la vez que se gloria por haber sobrevivido al naufragio y a los 8 años vividos en medio de los indios, sin contacto con cristianos.
5. La improvisada transformación del protagonista en chamán para complacer a unos indios y las sanaciones que realiza luego, cuando comprueba que dan resultado.
6. El choque que experimenta al encontrarse con sus compatriotas en el norte de México. No lo reconocen, ni respetan tampoco a los miles de indios que con él vienen. De ahí, tomo el párrafo de uno de los capítulos finales:

"...Anduvimos mucha tierra, y toda la hallamos despoblada, porque los moradores de ella andaban huyendo por las sierras sin osar tener casas ni labrar, por miedo a los cristianos. Fue cosa de que tuvimos muy gran lástima, viendo la tierra muy fértil y muy hermosa y muy llena de aguas y de ríos, y ver los lugares despoblados y quemados, y la gente tan flaca y enferma, huida y escondida toda; y como no sembraban, con tanta hambre se mantenían con cortezas de árboles y raíces. De esta hambre a nosotros alcanzaba parte en todo este camino, porque mal nos podìan ellos proveeer estando tan desventurados que parescía que se querían morir. [...]Como los víamos tan atemorizados, sin osar parar en ninguna parte, y que ni querían ni podìan sembrar ni labrar la tierra, antes estaban determinados a dejarse morir, y que esto tenían por mejor que esperar y ser tratados con tanta crueldad como hasta allì." (Cabeza de Vaca, 147-148)

Mirar este artículo por si es interesante. Por Jorge Zavaleta Balarezo
http://www.letralia.com/120/articulo06.htm
Encontrado el 21 de abril de 2006

miércoles, noviembre 02, 2005

Jim Botón

Ende, Michael.
Jim Botón y Lucas el maquinista.
Barcelona: Noguer, 1962.


Es extraño releer los libros de la infancia. Se comprenden otras cosas con los años. Y a veces, de tanta comprensión, se hace más difícil ver la magia. Por que quizás, la magia de los adultos está en otras cosas. Aunque definitivamente, crecer es una renuncia a lo mágico, por lástima.

Me reencontré con Jim Botón en las estanterías de mi colegio, después de un paseo por la biblioteca. Por deformación profesional, las bibliotecas se han transformado en una predilección y una visita obligada. Otra de las cosas que comienzo a comprender de adulta, es la predilección de mi padre por ir a ver construcciones en obra en sus tiempos libres. Deformaciones profesionales...

Pero en fin, vamos a Lucas. He disfrutado leyendo el libro, pero ha significado una prueba de constancia. Es fácil y rápido de leer, pero -gracias a Dios!-ya no estoy para estas temáticas. Recordaba haberlo gozado realmente cuando niña (lo leí cerca de los 10 años, en un ejemplar de la biblioteca de Las Condes, de esos que había que leer rápido antes de que venciera el plazo!), pero ahora descubrí que no recordaba absolutamente nada.

De modo que tras las figuras de Jim y Lucas he tenido que recomponer la relación con su país-isla, Lummerland, la llegada del pequeño Jim, la amistad con el maquinista y el viaje que emprenden a China porque ya no tienen donde vivir en su propia isla. La copia del lenguaje chino es notable, así como ciertas imágenes del viaje.

Michael Ende es muy gracioso, impera un humor alemán, algo absurdo y bastante irónico, aunque en el fondo de la novela está siempre presente ese candor de creer en los héroes que es tan adorable y necesario, sobre todo en la literatura para jóvenes.

Me falta el último capítulo, pero creo que para mañana ya estará. Lo he leído sobre las micros: las personas de los asientos cercanos miran las ilustraciones con curiosidad. Por hoy, solo puedo decir que venía leyendo y se me pasó el paradero. Buena señal.