miércoles, noviembre 02, 2005

Jim Botón

Ende, Michael.
Jim Botón y Lucas el maquinista.
Barcelona: Noguer, 1962.


Es extraño releer los libros de la infancia. Se comprenden otras cosas con los años. Y a veces, de tanta comprensión, se hace más difícil ver la magia. Por que quizás, la magia de los adultos está en otras cosas. Aunque definitivamente, crecer es una renuncia a lo mágico, por lástima.

Me reencontré con Jim Botón en las estanterías de mi colegio, después de un paseo por la biblioteca. Por deformación profesional, las bibliotecas se han transformado en una predilección y una visita obligada. Otra de las cosas que comienzo a comprender de adulta, es la predilección de mi padre por ir a ver construcciones en obra en sus tiempos libres. Deformaciones profesionales...

Pero en fin, vamos a Lucas. He disfrutado leyendo el libro, pero ha significado una prueba de constancia. Es fácil y rápido de leer, pero -gracias a Dios!-ya no estoy para estas temáticas. Recordaba haberlo gozado realmente cuando niña (lo leí cerca de los 10 años, en un ejemplar de la biblioteca de Las Condes, de esos que había que leer rápido antes de que venciera el plazo!), pero ahora descubrí que no recordaba absolutamente nada.

De modo que tras las figuras de Jim y Lucas he tenido que recomponer la relación con su país-isla, Lummerland, la llegada del pequeño Jim, la amistad con el maquinista y el viaje que emprenden a China porque ya no tienen donde vivir en su propia isla. La copia del lenguaje chino es notable, así como ciertas imágenes del viaje.

Michael Ende es muy gracioso, impera un humor alemán, algo absurdo y bastante irónico, aunque en el fondo de la novela está siempre presente ese candor de creer en los héroes que es tan adorable y necesario, sobre todo en la literatura para jóvenes.

Me falta el último capítulo, pero creo que para mañana ya estará. Lo he leído sobre las micros: las personas de los asientos cercanos miran las ilustraciones con curiosidad. Por hoy, solo puedo decir que venía leyendo y se me pasó el paradero. Buena señal.